Aunque sólo sea para variar, hoy me gustaría aprovechar estas letras para poner en valor una actuación tan ínfima como ilusionante, la mejora de la avenida de Andalucía.
Probablemente se trate de una intervención que esté pasando bastante desapercibida, incluso carezca de todo interés para la mayoría de la sociedad, pero personalmente creo importante reconocer lo interesante de este cambio en la ciudad.
Como muchos estarán pensando, soy consciente de que aún no se encuentra terminada en el momento de escribir estas palabras y por tanto, es algo arriesgado celebrar su ejecución. Pero este artículo no va de resultados, va de intenciones.
Como bien sabéis, Málaga en los últimos años ha pecado de falta de iniciativa, exceso de perfeccionismo o más bien de excusas. Sea como fuere, son múltiples los ejemplos que demuestran que en ocasiones necesitamos más de un empujón para lanzarnos y acometer nuevos proyectos en la ciudad. Más bien, somos de esperar a que nuestro “príncipe azul” venga y nos deleite con su magnífica habilidad para engrandecer esa “Super Málaga” que todos queremos.
Ahora que tanto se habla del conflicto del Astoria-Victoria, de si el elegido era más o menos loable, más o menos acertado, más o menos mediático, creo que es fundamental mirar un poco más allá, para entender el verdadero problema que se esconde tras toda esa absurda e interesada polémica. El dilema, o puede que gran error de este núcleo urbano, radica en la falta de interés por hacer cosas, aún a riesgo de equivocarnos. Málaga necesita que ocurran cosas, necesita que se intenten cosas, acertadas o no. Y sí, sé que muchos criticarán estas palabras porque pueden llevar a engaños y poner en riesgo la imagen idílica de esta ciudad. Pero la realidad es bastante explícita.
Lo grave del Astoria-Victoria no es lo ocurrido en el fallo del concurso, no. Lo grave se remonta más atrás, cuando la ciudad adquiere uno de los suelos más interesantes y valiosos de nuestro entorno, urbanísticamente hablando, para nada. Sí, para nada. Se adquieren los terrenos sin saber para qué se van a destinar. Al no tener un destino claro, su único fin es el abandono y la desidia, cuyo resultado no puede ser otro que la ruina, con el peligro que ello conlleva.
Han sido múltiples las ideas que han ido surgiendo alrededor de este entorno, muchas de corte cultural, algunas más humildes, otras más ambiciosas, pero al parecer, ninguna lo suficientemente apropiada o pomposa como para decorar uno de los rincones más agraciados de la Plaza de la Merced. Por ello, la mejor solución no es otra que cerrar a cal y canto este recurso de Málaga hasta que alguien sea capaz de salvarlo de su maldición.
Como este caso, podríamos hablar de La Mundial y Moneo, o la Plaza de Camas, entre otros ejemplos de lo más actuales. El fondo siempre es el mismo, lejos de encontrar al ejecutor perfecto, preferimos dejar que el tiempo y el desuso hagan su trabajo para, llegado el fatídico momento de su inevitable desaparición, resurgir desde un inexplicable interés póstumo, una equivocada añoranza, un desacertado sentido de la protección, para defender lo ya indefendible. No porque no lo valiera, sino porque desgraciadamente ya no lo puede valer.
Por ello, y lejos de convertir este escrito en una crítica destructiva y sin fundamento más, de las que tanto abundan hoy día, prefiero poner el foco en esa otra Málaga, esa Málaga alejada de los flashes, alejada de los “Metros” y los “Balnearios”, esa otra Málaga desgraciadamente olvidada, pese a su evidente importancia en el imaginario colectivo de la ciudad.
Lejos de valorar el resultado final, me centro en la intención que algún día lo provocará. Ya llegará el momento de analizar si se trata de un acierto o un error. Si podríamos haber encontrado una opción mejor, si deberíamos haber hecho aquello otro… Seguro que existirán muchas alternativas, todas válidas, pero desde luego debemos agradecer que se empiece por alguna de ellas.
La avenida de Andalucía no sólo es una de las principales arterias de Málaga, sino que además supone la principal puerta de entrada a la ciudad, al menos para el tráfico rodado. Sin embargo, durante años ha sido abandonada a su suerte hasta convertirse en una imagen deteriorada y algo desaliñada de esa gran urbe que nos empeñamos en vender. Podría parecer que su sino sería convertirse en otro más de esos ejemplos destinados a acumular “mega proyectos” de reforma integral no realizados, hasta que su evidente decadencia nos obligara a actuar sin criterio ni tiempo.
Pero no, en esta ocasión la ciudad ha sabido entender la realidad de este entorno, recurriendo a una intervención sutil y puntual, más propia del urbanismo acuñado por el archiconocido Jaime Lerner en su Curitiba natal, la acupuntura urbana, que de los starchitects que parecen dominar el panorama europeo contemporáneo. Y una vez más, como se suele decir, hay lugar para todos. Así que si esta leve mejora de los márgenes de la avenida, mediante el tratamiento de los alcorques y su alrededor, supone ese primer revulsivo capaz de regenerar poco a poco esta vía de entrada, bienvenida sea. Ya habrá tiempo de decidir si es más o menos acertada estéticamente, más o menos acertada en su concepto, o incluso más o menos acertada económicamente.
Desconozco por completo el origen de esta intervención, su promotor, su creador o su presupuesto, pero mientras esperamos que el tiempo la ponga en su lugar, no nos queda otra que aplaudir que por fin, en nuestra Málaga, nos permitimos el lujo de intentar cosas, más allá de su escala o su grandilocuencia. Tan sólo por el simple hecho de querer aportar un granito de arena hacia la ansiada mejora urbana que todos apoyamos y demandamos.
Gracias Jaime por enseñarnos ese otro camino hacia el éxito, tan alejado del glamour y las fiestas, tan alejado del poder y los medios, gracias por pensar tan sólo en un fin a medio-largo plazo que repercuta en el bien de todos, ya sea de forma directa o indirecta. Gracias.
Y a mi ciudad, gracias. Por intentarlo, por despojarte de ese miedo tradicional a equivocarte, de ese miedo incontrolable a la crítica, de ese miedo inexplicable a la incomprensión. Gracias por iniciar el verdadero camino hacia esa otra Málaga que tanto tiempo llevamos frenando.
Álvaro Fernández Navarro
GANA Arquitectura