Como hemos comentado en otras ocasiones, aplicando el “lo que se haga, que se parezca a lo que hay o que no se note”, actuamos de un modo artificial y poco beneficioso para el progreso de la ciudad, y eso es un error que puede pasar factura en un futuro no muy lejano.
Del mismo modo, hay que destacar que el cambio que la capital necesita debe estar cimentado sobre la buena arquitectura, esa que no destaca por el uso de materiales de última generación y presupuestos disparatados, y sí por la relación con el lugar, el entendimiento del programa desarrollado y la capacidad de regeneración urbana asociada al proyecto en cuestión.
Por suerte, el esfuerzo y el buen hacer de cientos de pequeños estudios de arquitectura, casi artesanos, desconocidos y con pocos medios, nos deja pequeñas dosis de buena arquitectura. Y, en el caso de hoy, en la propia ciudad de Málaga.
Quién se iba a imaginar que la foto pertenece a una biblioteca que está ubicada a apenas trescientos metros del archiconocido “edificio negro”, cuando perfectamente podría pasar por una estampa tomada en Londres, o algún edificio de Houston o Seattle.
Los autores, Jordi Castro, Jacobo Domínguez y María González, defienden que el proyecto de la biblioteca surge no sólo de la necesidad de dotar a un barrio de un equipamiento público, sino también de la necesidad de aportar un nuevo espacio público que lo complemente. Así, liberando parte de la parcela en su lado norte y llegando hasta las viviendas más próximas, se desarrolla en conjunto, un proyecto de urbanización que daría lugar a un nuevo jardín en el que poder extender las horas de lectura.
De este modo, surge un proyecto donde el edificio y el espacio libre son una misma cosa, puesto que la edificación, desarrollada en dos plantas, ‘abraza’ a la zona verde, la cual parece penetrar en el interior de la biblioteca, gracias a un juego de grandes huecos abiertos hacia el jardín exterior que parece multiplicar la superficie del espacio de lectura.
Por otro lado, basta con mirar el aspecto exterior del edificio para darse cuenta que la economía de medios ha estado presente en el proyecto desde los diseños iniciales, puesto que todo el edificio se articula sobre una imponente estructura de hormigón visto de color blanco, rematada por unos grandes ventanales, dando muestra de un minimalismo acorde con los tiempos en los que vivimos.
Los elementos de acceso al edificio, la rampa del lado norte y las escaleras al sur, suponen una fragmentación de los volúmenes generando, al mismo tiempo un ámbito de acceso con entradas independientes, una para la biblioteca y la otra para el auditorio, desarrollándose este último al aprovechar el desnivel producido en el terreno.
De este modo, el proyecto no funciona únicamente como biblioteca, sino que ofrece al barrio dos equipamientos de uso independiente, el auditorio y la biblioteca.
El auditorio, con una zona de exposiciones, que hace las veces de “foyer” previo, se sitúa en sótano, con ventilación e iluminación por su lado oeste; con una sala con capacidad para unas 80 personas.
La biblioteca, en su planta baja, se destina a las zonas dedicadas a una lectura más relajada como es la hemeroteca, y la zona de préstamo y consulta de libros. La sala infantil se localiza en la zona más protegida de la biblioteca y se vuelca a un pequeño patio de proporciones más apropiadas para los niños.
En la planta superior, se sitúan las áreas destinadas a la lectura como estudio. Esta planta se fragmenta en tres zonas, de modo que cada una de ellas otorga un ambiente distinto al usuario, desde la sala de lectura general, hasta una sala de estudio más oscura e íntima o una zona de audiovisuales de mayor bullicio, todas ellas unidas por unos conectores que ofrecen también la posibilidad de pequeños rincones donde esconderse a leer un libro, con los miradores situados en torno al patio o en sofás situados en los conectores, suspendido entre árboles.
Como podemos ver, se trata de una biblioteca diferente, fruto de una manera diferente de entender la arquitectura.
Es un pequeño de ejemplo del camino que debe tomar la ciudad, que deben tomar sus proyectos. Es un premio a las cosas bien hechas.